
RED DE ESCRITORAS ARGENTINAS
Creamos lazos entre mujeres a través de la escritura
Los textos de Valentina Velázquez
Estos son los textos completos con los que Valen contribuyó a crear lazos y redes entre mujeres de las letras.
Qué fuerte es el querer y que amargo es el poder
De chiquita veía al ser humano como la especie más fácil de sentir, como la creación que vive siempre de comienzo a fin con una sonrisa implantada en el rostro. Que los problemas, ni la ansiedad, ni el hambre, ni las huelgas, ni que los arrebatos de vidas existían, era puro palabrerío de los noticieros. Los noticieros eran actores reales del mundo y mi familia era el telón que se cerraba cada vez que alguien quería arrojar algo. Ahora, siendo no tan chiquita, cuesta cada vez más cerrar el telón de a ratitos: el ser humano no todo los días se encuentra en sí mismo, es como si ya no se escuchara el “gru gruu gru” de las palomas en la cima de los bancos. Ahora, cuesta no poder dejar de sentir, no es que no lo quisiera, pero a veces abruma, satura, desespera, frustra. No todos
los días el implante felicidad esta, es como un controlcito que tenemos en nuestro neuronal emocional, a veces esta tan escondida que contamos 1,2,3 y la libramos, pero a veces contamos 1,2,3 y no la libramos, la marcha de querer estar bien y no poder, porque ese NO esconde ese SI, y ese SI tan escondido deja a ese NO en la oscuridad, el foco prende su chispa, pero ¿y el interruptor?
La nube de no saber que estoy sintiendo ahora deambula por todo el lugar buscando encontrar alguna caricia, pero hasta el día de ayer que el mundo ya no era cinco continentes, sino una sola porción gris y vacía: que poder vulnerable tiene el gris. Las semanas y sus días son mariposas a punto de ser mariposas, su salida queda a mitad de calzada, como aquella zapatilla que solo te calzaba a los cinco años. Las agujas del reloj pesan, el tiempo corre, y el no aprovecharlo desespera, el no jugar con él en una tarde de otoño quema. Las horas frente a la pantalla generan un atracón de angustia y bajón, que pareciera que el calor de las sábanas envuelve tus entrañas dándole un toque de diversión. El sentimiento neutral te da una pausa, como si fueras un episodio en Netflix, sabiendo que la única diferencia... es que vos sos real y la pausa un diminutivo en tu historial.
El ser humano es la especie del sentir, pero eso no quita que el sentir a veces no sepa para dónde ir, no somos un barco a punto de zarpar a Europa. El sentir te dice no podes aunque lo quieras. El sentir te dice mañana, hoy la angustia te pesa, hoy la neutralidad te invade brincando con la culpabilidad, como si fueran amigas de toda la vida, y frenas, porque ese también es tu lado del sentir. Ese es tu lado para volver a encontrarte a vos mismo, porque ahí tu propia mirada te abraza. Y si, en nuestra vida podemos tener miles de esos momentos, miles de
renaceres constantes porque somos un instante de huecos grisáceos y rellenos momentáneos (y duraderos: todo lo que haga vibrar al corazón se queda).
¿Vos creés posible cambiarle el final al final ya sepultado y enterrado?
Benedetti, una tarde llena de perdones y adioses intubados de dolor, es vez de escucharme, prefirió decirme que... “nadie nos advirtió que extrañar, es el costo que tienen los buenos momentos”. Eras un momento, uno de los mejores, pero el corazón retumbado de tanta falta de recuerdos decidió quedarse en aquella trinchera de descanso, para toda la vida,
- o para lo que yo creo vida.
¿Vos crees posible cambiarle el final al final ya sepultado y enterrado en el recuerdo?
Una mujer de pelo castaño claro, los rayos solares admiraba chocar con él, aunque decías que era muy malo para él, vivía en el Barrio Flores, y la peluquería le quedaba a la vuelta, chocha de la vida me gritaba desde la esquina. Una mujer de vestimenta estilo vintage, pantalones amarillos claros llegando a la combinación del marrón, remeras muy parlanchinas de marrones perlados, camperones bañadas en “yo te abrigo” ¿Qué decías cuando te cambiabas y te mirabas al espejo? – aunque yo me lo pregunté, ella se lo preguntaba a cada amiga que acompañaba al vestidor, obvio de forma pasada, porque en el presente incógnitas soladas y amargas quedan. Una mujer de anteojos redondos con una tira para colgarlos, época del dos mil: aquellos anteojos únicos del lugar, únicos del hogar, y únicos de la óptica aunque no lo crean. Una mujer de piel de cocinera, ya podrás saber que la comida alemana se siente desde lejos, y más si es preparada desde el corazón, o desde aquella mancha desastrosa del delantal. Una mujer que vivió limpiando casas; la Patrona Almirez, La Jefa Lydia, todas ubicadas en barrios lejanos al suyo, el micro 56 siempre dejaba historias por conducir. Una mujer de estudios muy escasos, pero que su inteligencia desbordaba las letras de pudor de los libros, su biblioteca aun rechaza el final de “Romeo y Julieta”, ¿los que se aman, no viven hasta el “y para siempre”? – una mujer muy enojada con los finales tristes, mejor dicho, muy enojada con finales que asemejan su desdichada verdad.
Una mujer, que de tan solo quince años, entendió que el amor no dura para siempre: Romeo se va a sepultar, Julieta se queda ya sepultada de por vida. Una mujer que adoraba usar tacones y decirle a su marido Tonio “Mira qué alta estoy”. Una mujer que vio a Tonio despedirse de los manteles de la mesa y, quien soy yo para negarlo, vio despedirse de las palabras de ellos. Una mujer, que siendo pequeña de altura, la altura de su corazón llegaba hasta las cumbres más altas de España: lugar en el cual vio proyectado y realizado su primer sueño – España, España y España, susurra ese nombre antes de irse a dormir. España era la ciudad perfecta para enseñar Literatura. Una mujer que el sueño era su más fiel amigo, era como si realmente él hubiera sido el doctor que la recibió en el mundo, y no la madre Teresa que yace postrada en una cama sin poder hablar, y mucho peor, sin recordar quien era ella. El olvido no es ni más ni menos que una partecita del recordar.
Una mujer, que compartir el amanecer en la calle Paris, su favorita, era abrazar la soledad de su alma. Una mujer que prescribió el saber de la vida, su gran título de la última tesis de literatura en la Universidad Ancara de Almíbar, ciudad de Argentina. Una mujer, que almorzar en familia, siendo más de nueve en la mesa
(papá, mamá, hermano Luis, hermana Ana, hermano Lucas, tío Pablo, tía Vale, y la lista es larga hombre), era superar su nivel de paciencia – la paciencia es una certeza – repetía sin cesar. Una mujer, que recorrió el mundo en busca de aliviar los huecos vacíos, que sin darse cuenta, convivió con ellos en cada almuerzo. Una mujer que abrazó hasta quemarse las ampollas del “siendo mujer no llegarás a nada”. Una mujer, que murió en los brazos de la soledad – yo siendo escritora puedo abrazar a otros, pero abrazarme a mi... es dejar la página final del comienzo en blanco.
Una mujer, que murió dos veces: en su pasado de no poder ser mujer, y en su presente de no poder llenar el vacío de Tonio – como te amé viejo, me repetía desde la tumba -, y en un futuro de no poder... pero... ¿acaso puedo morir estando ya muerta pero sintiéndome viva?
Soy Leticia, esa mujer, que ahora mismo les habla desde el sepulcro ya hecho ceniza y carbonizado del umbral del dolor que recorre mi columna de recuerdos, y sí, estoy muerta, de ya de años, desde el 2012 (que avanzando y lejos se ve el 2030, aun estando cerquita), pero todavía algo me despierta por las noches diciéndome: “Aún hay vida en los finales desdichos”.
Los textos de Abril Romiti
Estos son los textos completos con los que Abril contribuyó a crear lazos y redes entre mujeres de las letras.
(in)suficiente
¿Por qué no puedo ser lo suficientemente buena,
lo suficientemente linda,
lo suficientemente graciosa
para que me abraces
y no me sueltes nunca?
¿Por qué mi arte no es suficiente
para que la gente lo lea?
¿Por qué no soy suficiente?
¿Acaso el esfuerzo no sirve
o mi felicidad es muy dependiente?
¿Escuchás a las mariposas en mi estómago?
Sus crisálidas se rompieron
cuando me sonreíste,
aprendieron a volar con el sonido de tu voz
y se están muriendo
cada vez que me apartas la mirada.
¿Mis ojos no son lo suficientemente azules
para que los mires más de medio segundo?
¿Mis mariposas no tienen la suficiente
variedad de colores en sus alas?
¿Qué parte de mi personalidad
voy a tener que cambiar hoy
para que me mires?
¿Cómo voy a creer que soy suficiente
cuando todo lo que hago,
todo lo que soy,
no es suficiente para que me elijas?
Promesa IV
No sabía definir al amor
hasta que vi mi reflejo en tus ojos.
El café de tus pupilas brilló con cariño.
y yo me sumergí en sus aguas
honorando a Narciso,
que se ahogó por contemplar
su propia imagen en el río.
En esa orilla creció una flor,
y de tus ojos escaparon claveles.
No sabía definir al amor
hasta que tus pestañas fueron mi cama,
y desde entonces
ya no puedo conciliar el sueño
sin vos cerca.
Me mecí somnolienta en tus párpados,
y a la ribera de tus ojos,
tus pecas me sonrieron.
No sabía definir al amor,
pero me miraste y lo comprendí todo.
El amor está en cada instante
donde nuestros ojos tienen ese roce íntimo,
y todo a nuestro alrededor
parece desaparecer.
De repente ya no siento frío,
las agujas del reloj no corren
y la ciudad enmudeció.
El amor tiene la mirada café,
café que quita el sueño,
café que desvela.